sábado, 10 de abril de 2010
TODOS SANTOS, DIA DE MUERTOS
El mexicano ama las fiestas y las reuniones públicas, todo es ocasión para reunirse, cualquier pretexto es bueno para interrumpir el tiempo, el trabajo y las labores y celebrar con festejos y ceremonias. Nuestro calendario esta poblado de fiestas, los mismos días en los lugares más apartados como en las grandes ciudades, el país entero reza, grita, come, se emborracha y mata.
Pero no nos bastan las fiestas que ofrece todo el país, la iglesia y la réplica, sino que la vida de cada ciudad y de cada pueblo está regida por un santo, al que se le festeja. Y para acabar los barrios y los gremios tienen también sus fiestas anuales.
Los mexicanos deberíamos ahorrar tiempo y dinero, que gastamos en tantas fiestas, tratando de semejar a las grandes ciudades donde por ejemplo los países ricos tienen pocas fiestas, no tienen tiempo, ni humor. Y no son necesarias; la gente tienen otras cosas que hacer y cuando se divirtiendo lo hacen en grupos pequeños.
Y esto dice mucho de la cultura de un pueblo, ya que por conservar las tradiciones (Día de muertos, Grito de independencia), se gastan el dinero y los recursos que a veces el mismo pueblo da, en fiestas, en lugar de utilizarlas para la superación del mismo pueblo, y es que a veces tienen al mexicano feliz con una fiesta aunque en su pueblo no haya agua.
En ceremonias nacionales, locales, gremiales o familiares, el mexicano se abre al exterior. Todas ellas le dan ocasión de revelarse. Esa noche los amigos que hace tiempo no se dirigían la palabra se emborrachan y terminan de confidentes, llorando y diciéndose lo muy hermanos que son. La noche se puebla de canciones y aullidos. Los enamorados despiertan con serenatas a las mujeres. En ocasiones la alegría acaba mal: Hay riñas, injurias, balazos, cuchilladas. Todo esto es porque el mexicano no se divierte: quiere sobrepasar, saltar el muro de soledad que el resto del año lo incomunica. Todos están poseídos por la violencia y el frenesí
Algunos sociólogos franceses consideran a las fiestas como un gasto ritual.
La muerte es un espejo que releja las vanas gesticulaciones de la vida, Cada quien tiene la muerte que se merece.
Para el habitante de Nueva York, Paris o Londres, la muerte es la palabra que jamás se pronuncia, en cambio el mexicano, la dice, la festeja, la burla.
El culto a la vida, si de verdad es profundo y total, es también culto a la muerte
Una civilización que niega la muerte, niega la vida, ya que las dos son la misma cosa y el mismo origen.
En suma, si en la fiesta, la borrachera o la confidencia nos abrimos, lo hacemos con tal de violencia que nos desgarramos y acabamos por anularnos.
El mexicano no trasciende su soledad, al contrario se encierra en ella, habitamos nuestra soledad.
Por ambos caminos el mexicano se cierra al mundo: a la vida y a la muerte
Y este ensayo comienza hablándonos de todos los recursos y tiempo que gastamos en hacer fiestas, y de ahí os habla de los que la muerte significa para el mexicano, y al final explica una breve relación entre las fiestas y el mexicano.
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